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Opinión| INDIGESTIÓN DE LAS PALABRAS

Por EDWIN DORIA

Siempre hay algo que decir, una idea que expresar, siempre hay por quien luchar. Aunque, esas palabras ocultas en rincones de la memoria, no existan en apariencia, la mente, siempre, está craneando como vomitarlas, liberarlas del olvido. Luego dibujas el paisaje con palabras necias que hacen ruido al pasar una página anónima que nadie percibirá logrando devolver, como un búmeran, al mundo, su inmundicia de forma desordenada y antipoética.

En la medida que la memoria evoca el recuerdo, la palabra se escabulle de oscuros pensamientos por el túnel del aparato fonatorio para desembocar en el paisaje sonoro de una melodía lastimera o en historias no contadas que no surgieron al azar.

Ellas, afloran en tu boca, perfumadas de añejos momentos de una vida que no elegiste vivir, o quizá, no es la tuya, pero, la transformas, para hacerla agradable al paladar de los escuchas. La retina se deleita con cada palabra escrita, palabra colocada en el lugar exacto dónde su autor la ordenó para satisfacer el gusto de un lector ávido de emociones, aventuras conocimientos, que sé yo.

Durante mucho tiempo acumulé palabras no dichas en las entrañas de la memoria que desbordaron la capacidad anatómica del cerebro y se derramaron por el viejo esófago que las condujo al estómago repleto de palabras que provocaron indigestión náuseas e incomodidad que condujo al organismo a eructos anti-gramaticales disonantes a los postulados de la “Real Academia Española’

Palabras ‘desechadas” por indigestión intelectual terminaron expulsadas en el inodoro de plazas públicas esquinas bares y cantinas pero también en páginas inconsultas de libros nunca escritos o por lo menos no publicados y censurados por eruditos que niegan en público haber hablado mierda en uno de sus días de ocio o en labor de estudio gramatical.

Otras palabras, literalmente, además de ser vomitadas, fueron cagadas sin escrúpulos por el ano, antecedidas de pedos gramaticales que hicieron la delicia de un pueblo que se divierte a costa de las “malas palabras” que se escriben como se hablan, sin importar un culo la opinión y la vigilancia policial de la Real Academia y su séquito de seguidores.

Parodiando la frase de origen de la tradición popular, “Después de la Tormenta Viene la Calma”, sucede lo mismo, cuando te desahogas de sentimientos reprimidos, de palabras acumuladas, experimentas alivio, bienestar que fortalece tu salud mental.
Recomendación: Cuando las palabras te indigesten, vomítalas, habla mierda hasta la saciedad y sentirás el clímax del placer, una especie de orgasmo casi sexual por la obra terminada. Jamás experimentarás nada igual. Créemelo.